De negocios: subcontratación, esclavización, prostitución
Con Embuto conocí los polígonos industriales, las obras en construcción y los secretos prácticos de la subcontratación.
Llegamos hasta un edificio al cual se le estaban haciendo reformas, obras menores, digamos. Ahí estaba subcontratada la empresa de Embuto, que sobornaba, dando una parte al encargado contratista de una constructora mucho más grande. Tenía trabajando para él a puros inmigrantes. No pagaba una nómina convencional, ni seguros, ni prestaciones, ni nada y tampoco nadie tenía un horario fijo de trabajo.
Me pidió que lo acompañara y accedí, fui a ver a sus trabajadores.
Debía ser una especie de “día de paga”, porque después de formar en una fila a sus quince albañiles, cual cacique, les fue entregando un montón de billetes arrugados. Eran un grupo que comprendía paquistanís, marroquís, peruanos y su capataz, que era filipino.
“Así es como funciona, así funciona. Todos lo hacemos así, todos. Estas son las maneras de los constructores, desde el más grande hasta un humilde Embuto. Yo trabajé con los grandes, para aprender, porque a Embuto le gusta aprender. ¿Qué aprendí? Regla de oro: Hay que cuidar al dinero de los impuestos, tú sabes, protegerlo, vigilar su integridad. No puedes tener a tus obreros en nómina. A lo mejor uno o dos, o sí los tienes, si eres muy grande, hay que pagarles el mínimo y lo demás por fuera, por fuera. Y Embuto lo hace así. Además Embuto tiene bondad porque contrata a quien quiera trabajar, provee trabajo, provee paz social.”
No me sorprendía que hubiera tanto hijo de puta en el mundo de la construcción o tanta evasión fiscal y abuso al trabajador, o cómo se coló Embuto hasta ahí, lo que en verdad me intrigaba era cómo podrían comunicarse entre sí, todo ese grupo trashumante, cómo delegarles una orden.
Salimos de la obra y dimos una vuelta en su coche. Ahí pude ver a las prostitutas más miserables que jamás haya visto. Embuto se estacionó al lado de un grupo de ellas. Abrió el cristal de la puerta donde yo iba sentado y las llamó. Al instante entendí que lo conocían.
Se acercaron cuatro, todas con sus vestidos ajustados y de esa tela que parece plástico. Entre ellas hablaban en rumano, creo. Una pelirroja que hablaba español se metió por mi ventana. Por encima de mí tenía su cabeza, cabellera, brazos y sus gigantescos pechos. Quería saludar a Embuto, al que para mayor ocurrencia llamaban Lutor.
“Hola, hola, cómo va todo” dijo Embuto desde su lugar.
“Bien Lutor, tirando. Y tú cariño, ¿cómo estás bebe? Hace mucho que no venías…sólo nos falta… ya sabes… ”
“Estuve aquí la semana pasada” Dijo Embuto dirigiéndose a mí, luego nos habló a ambos.
“Por cierto, este es mi amigo Darío, lo estoy paseando, ella es Gema”
Hay quien saluda dando un beso, hay quien da dos, tres hasta cuatro, o hay quien prefiere estrecharte la mano. Ella fue directamente a mi entrepierna y mientras me masajeaba decía “encantada cariño”. Embuto, Lutor, o quien fuera, soltó una carcajada.
“Bueno, bueno, vamos a ver Gema, vamos al bisne, al bisne Gema”
Embuto salió del coche y se acercó a ellas, lo rodearon. No tardaron ni cinco minutos en volver a su sitio y Embuto al coche. Arrancó, pasamos al lado de ellas y ya estaban metiéndose cocaína, muy alegres. Se despidieron entre sonrisas, agitando la mano y mandándonos besos en el aire.
“¿Tu las manejas?” Le pregunté. Dudaba si manejar era la palabra adecuada, pero no se me ocurrió nada mejor.
“Qué va, qué va. Embuto tiene buenos negocios. Esos no funcionan, muchos riesgo, mucha fiesta. Lo que pasa es que el bisne es complicado, es complicado. A Embuto le pagan algunos trabajos con droga, así es el bisne. No me gusta que me paguen con coca, pero así es el bisne y no hay que quejarse. Embuto no se mete esa mierda, no siempre, no toda ¿me entiendes? Embuto tiene que venderla, pero ¿a quién? Es fácil saber qué hacer. Como dicen en las clases Darío, como dicen en las clases. Por eso me gusta la escuela, porque Embuto confirma todo lo que sabe. ¡Subcontratación! Ahí está el secreto del bisne: ellas me la mueven, la compran barato y la revenden y así todos felices. También le doy coca a mis amigos, al padrino en la Junta, a quien quiera... La coca le abre puertas y le mueve palancas a Embuto”
“Vamos por una cerveza Embuto y a comer” Le dije.
“Embuto no bebe. Beber está en contra de la religión de Embuto. Pero vamos, te acompaño, comeremos.”
“Por cierto, ¿por qué Lutor?”
Embuto río. Volví a preguntar y volvió a reír.