No pensar
El camino desde la escuela hasta la residencia de estudiantes era agradable. Todos los días emprendía ese mismo paseo, la mayoría con otros compañeros.
Hablábamos de las experiencias del fin de semana. Todos habían ido haciendo visitas a empresas de la región que eran susceptibles de exportación. Todos estudiaban y se preparaban, estaban fijos en sus objetivos a corto plazo: sin excepción, querían irse fuera de España, a las oficinas en el extranjero. Cada uno tenía sus razones, las había de lo más diversas, desde quien quería olvidar una ex novia hasta quien quería salir del armario, todos escapes curiosos, y de paso, adorna mucho al curriculum una experiencia en el extranjero.
Las reglas eran claras: Según estaba planeado el máster, solamente los más capaces, los mejores, se irían al extranjero. Para determinarlo habría exámenes, pruebas, dominio de idiomas…
Y-u-n-a-m-i-e-r-d-a. Todos sabían que los lugares, al menos muchos de ellos, ya estaban elegidos y eran para los que estaban enchufados, para quienes representaban algún interés. Esa era la verdad, todo estaba podrido por donde se le viera. Los elegidos eran hijos de cualquiera con influencias o quienes se estaban acostando con alguien relevante. La mayoría tenía su lugar asegurado, sabían a donde iban y a quien servían. Al banquete no se invita a cualquiera, por su puesto.
Doblamos la última esquina antes del portón de la residencia cuando vimos un par de patrullas y algunos policías. Pasamos de largo, al menos yo pretendía hacerlo, cuando alguien me llamó.
“Darío, Darío, mira, mira. ¡Fíjate lo que me han hecho estos hijos de puta!” Me gritaban.
Giré para ver quién era. De entre los policías aparecía Embuto, estaba claramente enojado.
“¿Qué ha pasado?” le pregunté.
“Estos ¡hijos de puta! ¿Puedes creerlo?” gritaba en todas direcciones, yo empezaba a ponerme nervioso. “Me han detenido, están registrando el coche ¡Qué vergüenza, coño!… ¿Sabes por qué me detienen estos ¡hijos de puta! Sabes por qué, quieres que te lo diga?
¿Por explotación, fraude, prostitución?… ¿Acaso será narcomenudeo, evasión fiscal, tráfico de influencias? Pensé en un millar de razones. Miré a los policías, lo miré a él, no supe qué decir y me encogí de hombros.
“¡Porque soy negro!” gritaba. “¡Porque soy negro y conduzco un Jaguar!”
En efecto, los policías registraban su coche, un Jaguar alquilado.
“¡Hijos de puta!” dije y casi me gana la risa.
“Aquí están sus documentos señor Roberto González, todo está en orden, puede continuar, pero no haga escándalos” Le decía un policía a Embuto mientras le entregaba su DNI y un montón de papeles, me hubiera gustado saber qué decían...
“¡Vayan a la mierda!” Les gritaba él, mientras subía a su coche.
Entré a la residencia que estaba llena de gente. Era miércoles, el día en que se hacen planes para el fin de semana. Uno puede pasearse por todos lados escuchando a los distintos grupos y eligiendo qué hacer. Había gran cantidad de cosas, desde ir al bar de la esquina el sábado por un cumpleaños, hasta una excursión a Bombay. Lo que uno tenía que hacer era elegir un grupo y juntársele.
Entré a la residencia que estaba llena de gente. Era miércoles, el día en que se hacen planes para el fin de semana. Uno puede pasearse por todos lados escuchando a los distintos grupos y eligiendo qué hacer. Había gran cantidad de cosas, desde ir al bar de la esquina el sábado por un cumpleaños, hasta una excursión a Bombay. Lo que uno tenía que hacer era elegir un grupo y juntársele.
Todo el mundo hablaba de viajar, aprovechar el tiempo, de sentirse vivo y de que sólo se vive una vez y las hilachas. Era curioso, porque luego, lo que les apasionaba, fuera lo que fuera, lo habían reducido a la categoría de hobbies. Por lo demás, ¡carajo, era simple! se estudiaba para obtener un muy buen trabajo y se trabajaba para obtener una muy buena jubilación. La voz de muchos padres clamaba, aprisionando tobillos: “Y si no, ¿de qué vas a vivir?”
Todos elegíamos nuestra seguridad, porque la libertad abisma. Necesitamos que nos digan qué hay que hacer y cuándo… si no, aumenta la angustia. Si el estudio es evasión y fuga, el trabajo es lenitivo, una forma de paliar la angustia o por lo menos no verla. Todo se trataba de sentirse seguro y comprar ese cuento para poder aprobar nuestra existencia y mejor no pensar.
No pensar… era lo único que se me ocurría para el fin de semana. Por su puesto, yo no era ni de lejos el único que tenía ese plan.