Eras viernes
Sonó la campana, nos preparábamos para ti, eras viernes. Los espejos rebosaban de ilusiones. La noche había caído con el peso de todas sus promesas y sólo dormiríamos ardorosamente en la mecedura de su embriaguez.
Cien perfumes recorrían pasillos, desbocados. La estridencia de los secadores vibraba por doquier. A veces una risa, una canción, teléfonos sonando en todas direcciones mientras, vestidos de luces, nos disponíamos a salir.
Montados en nuestra lozanía, a todo galope, visitaríamos el centro de la ciudad para saquearlo, prenderle fuego y arder con él. Nuestra hinchada juventud no nos permitirá ver más allá del alba, mientras callábamos todas las voces para entonar cantos alegres, lenitivos.
Ya en el centro, en un bar, sentada detrás de mí, estaba Rocío. Había bebido bastante, desde ayer, y Tino la había estado trabajando mucho, desde ayer.
“No sé cómo fue,” le decía Rocío a Tino. “Creo que nos destruyó la convivencia, me sentía atrapada… Yo no tuve la culpa, fueron las circunstancias… sabes una cosa, ¡Qué le den por culo!”
“Eso, que le den,” le decía Tino, suave pero seguro.
“Lo sabía todo, desde que acepté la invitación de Edu… sabía que íbamos terminar follando… pero me hacía la tonta… me gustaba que me dijera cosas, que se me insinuara, que me sedujera … y mientras Edu me invitaba otra caña y otra caña y otra caña, Raúl en casa… me sentía fatal, me siento fatal… y todo pasó muy rápido. Cuando nos besamos temblé, como nunca antes… pero después de besarnos no sé cómo… bueno, sé cómo, ¿me entiendes? pero fue sin pensar y ya estaba desnuda, en su cama, con Edu encima… ¿Sabes hace cuánto tiempo que yo no follaba? No te rías... sí, alguien como yo… ni te imaginas. Y es que íbamos a casarnos, es lo que sigue ¿no? Era inevitable ¿no? Yo tenía muchas dudas… casi cuatro años viviendo juntos, ¡siete de novios! Con toda la gente jodiendo, la familia de él, la mía, nuestros amigos, todos preparándonos la boda… ¿Y por qué nadie me entiende? Porque, claro, obviamente acabé como la mala, no puedo ni salir a la calle ¡Todos se enteraron! Qué hago yo si me encuentro a… qué sé yo, su madre, su hermano, quien sea… porque me señalan ¿sabes? Por eso me voy de Valladolid, al terminar el máster ¡Me piro! No se lo digas a nadie Tino, pero ya mi padre lo arregló todo, con los de la Junta... me voy a Londres ¡Yo soy la bruja! ¿no? Pues la bruja se pira… ¡Qué les den por culo! No soy mala Tino, te lo juro que no soy mala… Pero nadie me entiende… ¿Por qué nadie me entiende?
“Yo te entiendo… tranquila…”
“Lo pasé fatal, de verdad, muy, muy mal. Lo peor fue cuando vi a Raúl esa tarde, yo, con mis pelos de orgasmo mal habido, porque puse la mente en blanco y me corrí y grité y me asusté… Eso pasó, me quedé asustadísima, porque se había jodido todo y me había jodido yo y a él y… ¿Porqué te cuento estas cosas? ¿Porqué a ti? Joder, a ti, que tienes que ser un...
“Tranquila… tranquila.”
“¡Marica, es maricón!” gritó Ana, yo la tenía casi enfrente. Le estaba contando algo a Clara y se le notaba muy abatida. “No me lo creo… ¡Y encima lo saben todos!… ¡Es que es muy fuerte tía, pero muy fuerte!”
“¡Muy fuerte, muy fuerte!” le respondía Clara.
“¿Qué es lo fuerte?” pregunté.
“Es que joder, joder…”
“Su noviecito acaba de salir del armario,” me dijo Clara.
“¡Qué fuerte!” le dije riendo, Clara también rió.
“¡No me jodan!” dijo Ana. “Además no éramos novios… Nos besábamos y eso, cuando yo iba al pueblo… me gustaba muchísimo y estaba segura de que yo le gustaba… y lo pillaron los curas, la semana pasada, haciéndole una paja a un compi del curro, a otro maestro del colegio, el de educación física… y a mí que me decía tantas gilipolleces… y yo que terminé con Santiago ¡Diez años juntos! ¡Por ese gilipollas, maricón de mierda! Ojala me pueda ir a algún destino cuando acabe el máster… no aguanto estar aquí…“
“Ojala tía, ojala” le decía Clara.
El camarero llegó, pedimos otra ronda de cañas. Hacía muchísimo calor.
“Pero no es nada, Bea… sólo tienes que dejárselo claro…”
“Cómo no va a ser nada Alicia, ¿no te enteras? Cómo le digo yo algo así…”
“Tía, si él te quiere, que se divorcie de su mujer… a ver si tiene los cojones.”
“Pero ¿y el máster? Me prometió que me mandaría fuera… a Nueva York y el estaría yendo, solos los dos ¡En New York…! “
“Pues tu misma tía, pero te trata fatal ¿no te quejabas de eso?… ¿Cada cuánto tiempo le ves? Y siempre en esos hoteles tan cutres… y cuando tu quieres él nunca, ¡nunca! puede… ¡Tía!… no mires, no mires…no mires tía, no mires, pero ahí viene Beto… Me dijo Juan Carlos que quería contigo”
“¡Qué dices! ¿Beto?”
“¡No grites! Lo que pasa es que es muy tímido… ten tú la iniciativa, así te olvidas un poquito del señor y follas con uno de tu edad, joder… además, es guapo Beto ¿no? Tiene pinta de que folla bien… Me dijo Juan Carlos que de su habitación se oyen siempre… tú sabes…”
“¿En la residencia? No te lo creo, tía ¿en la residencia? No…”
“Sí… mira ahí viene. Voy por una caña a la barra, los dejo solos…”
“No me dejes tía, no me dejes…”
“Que sí, que sí… voy a la barra”
“Alicia, ¿vas a la barra? Te acompaño” Le dije cuando vi que se levantó. Quería pedirme un ron con coca-cola, estaba harto de las cañas. Pasé junto a Beto, se había sentado con Bea y noté que le ponía una mano en la rodilla… ojala tenga suerte.