"Condenarse a distancia, por cobrar"
Al cumplirse los cuarenta días de trabajar en “Timo’s Marketing”, me echaron. No solamente entregué cuantas solicitudes de morosos y deudores pude, también fui con los empleados de los bancos, con todos, y me hicieron un gran favor. Ellos entendían de qué iba esto: me llenaron todas las solicitudes de buena gana, sabiendo que cancelarían las tarjetas solamente recibirlas, mientras que a mí me pagaban la comisión. Fueron cientos de tarjetas que nunca se usarían y que ayudaron a cubrir el alquiler, la luz, el gas, todo... pero ya no quedaba nada.
Citibank multó y reprendido fuertemente a mis jefes. Según me dijeron, ninguna solicitud que yo había entregado servía para nada, ¡ninguna! A gritos me mandaron al carajo. Se terminó la comedia.
Una vez en la calle, compré el periódico, me metí en un café y busqué otra cosa. Era así de simple. La fuerza para continuar viene, según creo, de que se piensa que se ha tocado fondo, pero nunca es así. Cuando se está a punto de tocar fondo desaparece la fuerza y todo es abandono, nada más importa.
No me alcanzó para pagar el café y tuve que fingir que había perdido la cartera ¿o la había olvidado? ¡Cuánto lo sentía! Mil disculpas, mil disculpas. Así comí y vagabundeé un par de días. La situación era terrible, la indigencia me tocaba el hombro, me invitaba a su reino.
Pero encontré algo. Llamé y me recibirían ese mismo día. No recuerdo el nombre de esa gente tan amable al teléfono, pero trabajaban para Telefónica y vendían sus productos. Me entrevistó Sonia, una chica que sería mi “Jefa de Equipo”. Su rostro era lo más parecido a un buitre, pero tenía un cuerpo espectacular y lo sabía. No faltaba nunca ni al gimnasio ni a su cama de bronceado y siempre traía falda, sin importar el invierno. Las compañeras la apodaban La Gamba, por aquello de la cabeza, el cuerpo y la utilidad.
El salón donde me introdujeron estaba lleno de señoras, habría cincuenta por lo menos. Mi lugar de trabajo era minúsculo, sólo contaba con un teléfono, un cuaderno y un lápiz, era todo. No había sueldo, únicamente comisiones, pero decían que se podía ganar muchísimo dinero con ellas. En todos los trabajos lo dicen, pero, lo cierto es que con Telefónica esto fue verdad, inmoral por supuesto, pero no mentían… cuando menos no a mí.
La Directora Comercial me saludó y me habló claro. Esto iba de vender ordenadores por teléfono, si ese mismo día no vendía por lo menos cinco, estaría fuera y sin nada, ni un céntimo. Tuve que aceptar, de nuevo la resignación.
Sonia La Gamba me entregó unas cien páginas con los nombres y teléfonos de un montón de gente. Había que hablar y preguntar si querían un ordenador, Telefónica se los enviaría esa misma semana y lo podían pagar a plazos, en su cuenta de internet y teléfono, y empezarían a pagarlo en tres meses.
Comencé por Alicante.
“Hola qué tal, muy buenos días, le hablo de Telefónica, está el señor González, Carlos González, ¿es usted?… hola, hola… ¿hola?” Era una mierda, una puta mierda. ¡Cómo no iban a colgarme si me había convertido en uno de los seres más molestos de la creación! Por otro lado, ¿cómo le hacía esta gente para vender tanto? La respuesta me la dio Sonia La Gamba.
“Mira, voy a ser muy clara en esto ¿de acuerdo? Pon mucha atención a lo que digo y a lo que no digo. Observa cómo se hace. Si lo entiendes bien podrás quedarte y hacer mucho dinero, si no lo entiendes puedes marcharte…” asentí. Ella eligió un nombre al azar y llamó.
“Hola que tal Sr. Pérez, le habla Sonia Fernández de Telefónica para informarle que vamos a subir las tarifas por un impuesto directo del gobierno… claro, todas las compañías que ofrecen telefonía e internet van a subir sus tarifas… siéntase libre de preguntar y comparar pecios, claro… pero debe saber que quizás cuando se cambie de compañía, después del primer mes le indicaran que tienen que subir los precios también, porque lo harán, es la ley… Sí, yo lo entiendo… ¡Por supuesto que tiene razón! Precisamente llamo porque Telefónica no quiere que usted cambie de compañía ¡queremos compensarlo! Quería ofrecerle un ordenador totalmente gratis… sí, totalmente gratis, lo recibirá esta misma semana… no, el incremento de de las tarifas será dentro de tres meses, es por ley, no podemos evitarlo… muy bien, ¿a qué hora pueden ir a verlo? Perfecto, muchas gracias, que pase un muy buen día…” colgó. Hubo un silencio en que nos miramos.
“Así es como esto se hace,” me dijo al fin. “Quiero saber si lo entiendes, ¿lo entiendes?”
¡Carajo, lo entendía demasiado bien! Era cuestión de decidir, estaba dentro o estaba afuera.
Si hay alguien de Ciudad Real que esté leyendo estas líneas, quiero disculparme, porque debo haber hablado con cientos de ustedes, que entusiastas adquirieron sendos ordenadores. Lo siento mucho, porque son las personas más bondadosas de España y con lo que me dieron pude sobrevivir al invierno. Espero puedan perdonarme.