jueves, 9 de junio de 2011

Capítulo 40

Sin salida

Volví al trabajo, después de una semana de fingir estar enfermo. Gané dinero y me había divertido, es cierto, pero dormí poco, había bebido, anduve de fiesta. Canté y bailé hasta parecer ridículo y luego canté y bailé más. El lunes por la mañana, cuando aparecí en las puertas de Movistar, parecía realmente enfermo.
Me conmoví, porque los demás empleados se habían preocupado. Además, me veían muy jodido, y lo estaba, y querían que me tomara más días. Me puse heroico, les dijo que no, que saldría a la calle "¡a vender!" Casi aplauden, lo curioso es que no había vendido una sola línea, y no pensaba hacerlo.
Estaba cansado de estafar a la gente, todo eran mentiras, no podía seguir mirándolos a los ojos sabiéndo eso, “y siempre sonríe, creas un vínculo de confianza con ellos. Acuérdate de que invariablemente se les puede vender algo, lo que sea”, decía Sergio, mientras tomaba una pastillita, y otra más, y luego salía a la calle. Tomaba medicamentos como si fueran mentas, los recomendaba y todo, decía saber mucho de eso.  
Yo también salía a la calle, a venderlo todo. Si el diablo hubiera estado cerca… e iba a estarlo, pero aún no llegaba el momento.
Mi figura errante recorría Valladolid. Veía mi sombra encogerse y alargarse, con mis curriculums bajo el brazo, ofreciendo móviles, suscripciones para una revista, los espacios publicitarios para otra y si alguien quería un seguro, ahí estaba yo, calificado para hacer una póliza. Debían llenar España con estatuas de vendedores con trajes grises: “Al Comercial desconocido”, dirían.
Lo que me sorprendía era que, con todo, ganaba poco dinero. Imagino que estaba falto de motivación pero, ¡carajo! cómo no estarlo.
Finalmente mi móvil sonó con una oferta. Ofrecían una entrevista, eran de una agencia de publicidad llamada “Publicidad & Stuff” y querían hacer la apuesta conmigo. No estaban conmovidos, estaban convencidos de mis habilidades, así que me dirigí a sus instalaciones.
Me entrevistó el hijo del dueño de la agencia, un junior muy entusiasta. Aunque parecían dejarle listo hasta el cepillo de dientes y todo lo que él dijera tenia-que-estar-bien, me ofrecía un sueldo fijo y contrato. Era lo que yo necesitaba para animarme. Además, no iba a vender, ya no. Por fin me iba a desarrollar, aportaría ideas, creatividad.
Renuncié a Movistar. Sergio no me lo permitió, en un principio no entendía cómo podía renunciar, que alguien renunciara era una idea extraña. Luego enloqueció. Empezó a lanzar cosas por los aires, papeles, pastillas, improperios, de todo.    
Con ilusión, el lunes me presenté en “Publicidad & Stuff”. Mientras imaginaba el portentoso camino que por fin se abriría frente a mí, ocurrió otra cosa, otra maldita cosa. Al parecer, el junior entusiasta se había peleado con su padre, justo ese fin de semana, y se piró a Oviedo. Jamás dijo nada de mi contratación así que estaba jodido, otra vez.
El dueño me quería ver. Pasé a su oficina, un santuario lleno de fotografías de él. Estaba matando animales en África, conduciendo uno, dos, tres coches deportivos, por allá con Julio Iglesias, por allá con el alcalde. Era él, multiplicado, sonriendo por todos lados. Gordo, permanentemente bronceado y rodeado de mafiosos. Sus negocios eran la agencia y una discoteca conocida como “Fama”. Se ocupaba de sus asuntos a partir de las once de la mañana, lavaba dinero para sus amigos, ellos se anunciaban en sus publicaciones y luego se preocupaba por ser joven para siempre.
“Paco, llámame Paco”, dijo. “Así que mi hijo te ofreció un contrato… bueno, mira, las cosas no andan bien… pero necesitamos un comercial y tu pareces muy capaz… te puedo dar… dos cientos euros al mes, solamente los primeros dos meses, más tus comisiones… ¡pero puedes ganar mucho en comisiones! Esto te conviene seguro...”
Me habían jodido, tenía que aceptar el trato. Pero me jure encontrar alguna salida.